viernes, 1 de junio de 2018

HOGAR DULCE HOGAR





“Cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios sino los tiempos”.

Jorge Luis Borges



Hace tiempo no escribía en este blog y el motivo de este nuevo post es por la situación en la que me encuentro y que me ha incentivado a contar la siguiente historia.

Recuerdo cuando leí a Schopenhauer y este decía que lo único que existe en el mundo son los deseos. Por ejemplo deseamos a una persona o una cosa y cuando la tenemos nos cansamos y queremos otra ¿Por qué pasa eso? ¿A qué nos lleva que nuestros deseos no lleguen a satisfacerse nunca? Algunos me dirían sin pensarlo dos veces “Frustración”.

Sin embargo yo les digo que ahonden un poco más y la verdad es que la acumulación de deseos frustrados nos lleva a una sola cosa: “Sufrimiento”. Arthur consideraba que la vida es esencialmente sufrimiento. Y la única manera de combatir el deseo era optar por la nada, la nada es el vacío, la ausencia de deseo. Para él era la única vía para luchar contra el sufrimiento. Creía que para lograr la felicidad total se debía renunciar a todo tipo de deseo.

¿Pero cómo podemos hacerlo? Siempre deseamos algo. Y lo que es peor ¿Por qué siempre que conseguimos lo que deseamos pasamos a desear otra cosa? Es una pregunta responderé al final del post.

Ahora ¿A qué viene todo esto? Y es que a veces tenemos que aceptar que por mucho que deseemos algo no lo podremos obtener. Aceptar la realidad junto con nuestras limitaciones nos hará más grandes y mejores dentro de lo que sabemos y podemos hacer. De esa forma también nos ahorraremos mucho sufrimiento.

Olvidarnos de aquellas frases de Disney que decían “Si puedes soñarlo puedes lograrlo”. Es una mentira. Por mucho que desees algo si no estás preparado o no tienes los medios no podrás hacerlo. El sistema te motiva a “perseguir tus sueños” porque sabe que fracasarás y en tu intento de consolar tu sufrimiento te llevará a que consumas algún producto o adquieras un servicio que no te sirve pero que te dará la sensación de confortamiento.

Por ejemplo, yo decidí volver al lugar donde nací después de 14 años. Lo deseaba con muchas ansias, no venía desde que lo dejé por muchos motivos ajenos a mí. Sin embargo, al llegar me di cuenta de una realidad irrefutable: Nada era lo mismo. Y es que desde que puse los pies sobre mi tierra me di cuenta de que el tiempo y el lugar ya no coinciden, no calzaban con mi imagen mental. La decadencia, la evolución vital de los amigos, el gap vivencial del día a día, las nuevas experiencias no compartidas, los sueños y anhelos de juventud que pudieron ser y no fueron, truncados por la partida y la distancia; y una evolución divergente por mucho que me aferrara al pasado común. Todas estas cosas sentí.  Y es que una vez leí una frase que decía: “Uno siempre vuelve a los sitios en los que fue feliz”. Y era verdad, yo regresé al lugar donde fui muy feliz, pero a esa frase le agregaría “No quiere decir que al volver serás nuevamente feliz”.

Después tenía en mi mente esta otra frase de Borges que decía “Cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios sino los tiempos”. Me costaba creerla hasta que me di cuenta que es así.

¿Qué significa para mí este lugar donde nací y fui feliz sin mi familia? Porque estoy solo ¿Qué significa para mí sin mis amigos, sin mi novia, sin un futuro cierto? Me encontré con una realidad no tan diferente donde la gente a mi alrededor con la que me topé sobrevive como puede de trabajos que no pensaron nunca realizar en sus vidas. Infelices por no haber podido ser otra cosa, pero felices en el otro sentido de que están donde quieren y con las personas que quieren.

Yo sentía una gran nostalgia al recordar mi hogar y tenía muchos deseos de volver. Que con el tiempo esa nostalgia y esos deseos se iba desvaneciendo de mi ser. Eso hasta que llegó la oportunidad de volver que revivió esa llama.

Descubrí entonces que la palabra nostalgia es un neologismo acuñado por el suizo Johannes Hofer para su tesis médica en 1688 al tratar la enfermedad que experimentaban tanto un estudiante como su sirviente por estar alejados de su casa. Sólo la vuelta al hogar les curó de su dolor. Su raíz etimológica deriva del griego nostos (regreso, vuelta a casa) y algos (dolor, sufrimiento). Algo así como el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar; la añoranza de un regreso imposible a través del laberinto del tiempo y el dolor o sufrimiento que eso provoca en el alma.

En el fondo mi deseo era volver para sanar ese sufrimiento que provocó la partida abrupta de mi hogar. Pero tengo que aceptar una realidad. Ya no soy aquel niño que vivía en un departamento con sus padres felizmente casados, que ya no estoy cursando la primaria en el colegio, que ya no vivo en aquel barrio tranquilo donde pasaba mis tardes jugando en el parque con mis amigos. Ya no, esos tiempos pasaron y solo me quedan los bonitos recuerdos. Al final mi destino no es terminar viviendo aquí. Porque otro refrán dice “Nadie es profeta en su propia tierra”.

Al final cito a Jacques Lacan para responder la pregunta que dejé en el aire al comienzo del post. Él decía que las fantasías que tenemos sobre lo que deseamos deben ser poco realistas porque como dije al comienzo en el instante en el que consigues lo que buscabas ya no lo quieres. No es “eso” lo que deseamos sino la fantasía de “eso”. O sea que el deseo sustenta fantasías utópicas. A eso se refiere Blaise Pascal cuando dice que solo somos verdaderamente felices cuando soñamos con la futura felicidad y también la metáfora que dice “la cacería es más dulce que lo cazado” o la frase “ten cuidado con lo que deseas” y no por conseguirlo sino porque estás condenado a no quererlo en cuanto lo tengas.

Así que la lección de Lacan es que vivir acorde con tus deseos no nos hará feliz. Ser enteramente humano significa esforzarnos por vivir de acuerdo con ideas e ideales y no evaluar nuestra vida por lo que hayamos obtenido en cuanto a nuestros deseos si no por aquellos breves momentos de integridad, compasión, racionalidad, incluso de abnegación. Porque a la larga la única manera de evaluar la relevancia de nuestra vida es valorando la vida de otros.

Termino este post diciendo que fue muy bueno para mí volver a mi hogar y sentirme bien por unos instantes, pero que debo marcharme a ser profeta en otras tierras porque como dice el gran Facundo Cabral “No soy de aquí ni soy de allá”.


El Colmillo Veraz por Daniel Linares


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