domingo, 16 de agosto de 2015

¿POR QUÉ SER BUENO?


"Obra siempre de modo que tu conducta 
pudiera servir de principio a una legislación universal"
Immanuel Kant.


Hola amantes de la verdad, este tema reflexivo que trataré hoy fue recomendado por una persona especial y honestamente hace tiempo que he querido hablar sobre esto. Una breve reflexión sobre las personas que actuamos bien, que hacemos el bien, sin embargo no nos va tan bien.

Para desarrollar este tema citaré a uno de mis filósofos favoritos: Immanuel Kant. Naturalmente, el filósofo no podía dejar de preguntarse, en ese entonces: ¿adónde conduce tanta dignidad de la persona y tanto esfuerzo? Después de todo, es más fácil comerse la torta entera que andar compartiéndola con otros ¿no? Y preguntándose a cada rato cuál es mi deber, es más fácil obedecer a nuestros deseos que vivir en conflicto entre lo que debo hacer y lo que no puedo hacer.

¿Adónde me conduce todo esto, más allá de la satisfacción momentánea de ser libre, de ser yo? ¿Y el sufrimiento? ¿Y todos los que son libres, que mantienen esa dignidad del deber ser y sufren y son maltratados o masacrados? ¿Y Sócrates, que cumplía con su deber y por eso fue condenado a beber cicuta? Esta pregunta acosó al hombre de todos los tiempos: ¿Qué tiene de bueno ser bueno?

Eso mismo le preguntó un día el profeta Jeremías a Dios. Dios no le respondió. Kant, que es humano, debe responder. Generalmente, los virtuosos, los justos, los santos, son sufrientes, dolientes, no son los más aplaudidos, ni los que son llevados en andas. ¿Cómo, entonces, puede el deber ser al mismo tiempo motivo o causa de tanto sinsabor, ya que la mayoría no sigue el deber ser sino el ser, el impulso, y ese impulso es siempre de conquista y de aplastamiento del otro, y el más aplastado es el justo y el virtuoso, el hombre moral?

Kant no podía responder desde el conocimiento. Solo emitió una hipótesis: para saldar esa evidente injusticia debe existir la inmortalidad, porque ella y solo ella puede alcanzar a retribuir el bien al que ha actuado según el Bien, y esa inmortalidad requiere por tanto la presencia de Dios. Ese Dios, cuya existencia la razón pura teórica o especulativa no puede demostrar, es postulado y exigido como hipótesis, no como verdad verificada, por la razón práctica.

El razonamiento sería el siguiente:
-           Si encuentro en mí la ley moral,
-           si la ley moral no produce felicidad en este mundo,
-           si, no obstante, no concibo una ley moral sino para la felicidad,
-          en consecuencia, ha de haber una inmortalidad, otra vida posterior a ésta, donde coseche los frutos de mi sacrificio,
-          y esto exige una garantía, es decir la presencia de Dios.

Como observamos, muchos se deben sentir identificados. ¿No se han preguntado alguna vez? ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? No le he hecho nada a nadie y me pasa esto, etc. Siempre nos preguntamos, si actuamos tan bien, porque nuestra vida sigue siendo la misma. Ponemos en cuestión nuestra forma de actuar, nuestra moral, nuestros valores y creemos que cayendo en la tentación de actuar mal, siendo egoístas en un mundo tan antiético podremos ser felices y no es así.

Aún creo yo que muy aparte de alcanzar esa inmortalidad y que Dios nos premie con la vida eterna en el paraíso, está la recompensa terrenal. Como dice el dicho, todo sacrificio tiene su recompensa y si existe un Dios, él te recompensará acá en la tierra, en la vida terrenal. Todo en este mundo da vueltas y si has actuado bien, pero no te ha ido bien en la vida, tranquilo ya llegará la recompensa a tu sacrificio.

Aquellos que han actuado mal, obteniendo lo que quieren a cuesta de los otros van a terminar pagando tarde o temprano sus actos.


Gracias a Geraldine García Saldaña por la recomendación de este tema. Esta nota reflexiva va dedicada a ella. Les ha hablado el colmillo y les deseo un buen inicio de semana.

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