"Prefiero matar a diez delincuentes
a que ellos maten a cien inocentes"
Fidel Castro
Hola amantes de la verdad. Me tomo la oportunidad para
escribir de un tema coyuntural del país donde resido y más específicamente de
su ciudad capital. Lamentablemente estamos sufriendo una crisis de seguridad
inimaginable. En dos semanas ha habido casi diez muertes a manos de la
delincuencia. Una que ha ido empeorando con el paso de los años y uno no se
explica el por qué.
Para hablar de este tema, me basaré en una regla muy conocida
que viene a ser la madre de todas las leyes morales, legales e incluso
religiosas: La ley de oro, conocida por ser tan solo una simple frase que de
ser aplicada por todos y todas en la vida, viviríamos en un mundo feliz,
utópico.
Pero ocurre todo lo contrario, a pesar de ser el único ser en
la tierra que tiene la capacidad de razonar, pensar, reflexionar, cuestionar su
propia existencia, tenemos esa tendencia de destruirnos. Una característica
propia por cierto del ser humano. Tenemos tendencias autodestructivas y no
conforme con eso destruimos nuestro hábitat, otras especies y de paso a
nosotros mismos.
Ahora, volviendo a Lima, la ciudad en la que resido, la
delincuencia común ha aumentado no solo en la pérdida de objetos de valor, sino
también de vidas humanas. El delincuente común antes te amenazaba y te
arrebataba tus cosas, a veces podías defenderte y salir airoso, ahora si haces
eso terminas muerto.
La población está asustada pidiendo a gritos a las
autoridades seguridad, sin embargo todo sigue igual. En la actualidad hay
muchos factores que generan esta “delincuencia”: Uno de ellos, que no es
justificable, es la pobreza. Robas porque no tienes qué comer. Otro es el
desempleo, tampoco justificable. Robo porque no hay trabajo. El que prima por
sobre los dos anteriores, creo yo, es el ocio.
El ocio es la madre de todos los vicios y créanme que es
fuerte. No hay nada más atractivo que no hacer nada y llevarte las cosas de
forma fácil. Sin educación ni oportunidades laborarles o peor aún sin la
condiciones para laborar como debe ser, la delincuencia se asoma como un “trabajo”
más. Si a esto le sumamos el pobre salario que tienen los policías más el poder
judicial corrupto que existe, con la burocracia más lenta que concurre y la
cárcel más peligrosa catalogada por National Geographic Channel, terminan por “justificar”
lo que sucede.
Si tan solo entendiéramos que “tratemos a otros de la misma
forma como quisiéramos ser tratados” o “no hagas a otros lo que no quieras que
hagan contigo”, repito, que diferente sería el mundo.
Las cosas se han salido de control y debido a la incapacidad
de acción de las autoridades, la población tiene que hacer justicia con sus
propias manos. A veces, la historia misma nos ha enseñado que la toma de
decisiones radicales ha cambiado el curso de la historia. Sí, todos están de
acuerdo con que la delincuencia debe terminar y en el cómo también parece estar
de acuerdo.
Si los seres que arrebatan la vida de una persona siguen
cometiendo los mismos crímenes una y otra vez, no podemos esperar que Dios los juzgue
cuando estos fallezcan. El hombre debe tomar cartas en el asunto. Si es
necesario poner un fin a tanta masacre fría por un celular, una joya o
simplemente dinero, entonces que así sea. Pena de muerte. Una vida por otra. La
diferencia será que la vida del miserable delincuente salvará la de otras
personas. Solo así se podrá frenar esta ola criminal, sádica y despiadada.
Esta solución es inmediata. Lo que se quiere es frenar la
delincuencia, exterminar a los que pudren la manzana, los que no aportan nada a
la sociedad y retrasan el desarrollo. Luego empezar a cambiar las cosas.
Mejorar la educación, disminuir la pobreza, abrir más oportunidades laborales y
sobretodo respetar las reglas.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo” decía Jesús.
“Actúa de modo que desees que tu forma de obrar pueda
convertirse en norma universal” dijo Inmanuel Kant.
“Trata a los demás como querrías que te trataran a ti (en su
forma positiva) o no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti” (en
su forma negativa) – La ley de oro.
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