domingo, 22 de mayo de 2016

LA REGLA DE ORO


"Prefiero matar a diez delincuentes 
a que ellos maten a cien inocentes"
Fidel Castro


Hola amantes de la verdad. Me tomo la oportunidad para escribir de un tema coyuntural del país donde resido y más específicamente de su ciudad capital. Lamentablemente estamos sufriendo una crisis de seguridad inimaginable. En dos semanas ha habido casi diez muertes a manos de la delincuencia. Una que ha ido empeorando con el paso de los años y uno no se explica el por qué.

Para hablar de este tema, me basaré en una regla muy conocida que viene a ser la madre de todas las leyes morales, legales e incluso religiosas: La ley de oro, conocida por ser tan solo una simple frase que de ser aplicada por todos y todas en la vida, viviríamos en un mundo feliz, utópico.

Pero ocurre todo lo contrario, a pesar de ser el único ser en la tierra que tiene la capacidad de razonar, pensar, reflexionar, cuestionar su propia existencia, tenemos esa tendencia de destruirnos. Una característica propia por cierto del ser humano. Tenemos tendencias autodestructivas y no conforme con eso destruimos nuestro hábitat, otras especies y de paso a nosotros mismos.

Ahora, volviendo a Lima, la ciudad en la que resido, la delincuencia común ha aumentado no solo en la pérdida de objetos de valor, sino también de vidas humanas. El delincuente común antes te amenazaba y te arrebataba tus cosas, a veces podías defenderte y salir airoso, ahora si haces eso terminas muerto.

La población está asustada pidiendo a gritos a las autoridades seguridad, sin embargo todo sigue igual. En la actualidad hay muchos factores que generan esta “delincuencia”: Uno de ellos, que no es justificable, es la pobreza. Robas porque no tienes qué comer. Otro es el desempleo, tampoco justificable. Robo porque no hay trabajo. El que prima por sobre los dos anteriores, creo yo, es el ocio.

El ocio es la madre de todos los vicios y créanme que es fuerte. No hay nada más atractivo que no hacer nada y llevarte las cosas de forma fácil. Sin educación ni oportunidades laborarles o peor aún sin la condiciones para laborar como debe ser, la delincuencia se asoma como un “trabajo” más. Si a esto le sumamos el pobre salario que tienen los policías más el poder judicial corrupto que existe, con la burocracia más lenta que concurre y la cárcel más peligrosa catalogada por National Geographic Channel, terminan por “justificar” lo que sucede.

Si tan solo entendiéramos que “tratemos a otros de la misma forma como quisiéramos ser tratados” o “no hagas a otros lo que no quieras que hagan contigo”, repito, que diferente sería el mundo.

Las cosas se han salido de control y debido a la incapacidad de acción de las autoridades, la población tiene que hacer justicia con sus propias manos. A veces, la historia misma nos ha enseñado que la toma de decisiones radicales ha cambiado el curso de la historia. Sí, todos están de acuerdo con que la delincuencia debe terminar y en el cómo también parece estar de acuerdo.

Si los seres que arrebatan la vida de una persona siguen cometiendo los mismos crímenes una y otra vez, no podemos esperar que Dios los juzgue cuando estos fallezcan. El hombre debe tomar cartas en el asunto. Si es necesario poner un fin a tanta masacre fría por un celular, una joya o simplemente dinero, entonces que así sea. Pena de muerte. Una vida por otra. La diferencia será que la vida del miserable delincuente salvará la de otras personas. Solo así se podrá frenar esta ola criminal, sádica y despiadada.

Esta solución es inmediata. Lo que se quiere es frenar la delincuencia, exterminar a los que pudren la manzana, los que no aportan nada a la sociedad y retrasan el desarrollo. Luego empezar a cambiar las cosas. Mejorar la educación, disminuir la pobreza, abrir más oportunidades laborales y sobretodo respetar las reglas.

“Ama a tu prójimo como a ti mismo” decía Jesús.

“Actúa de modo que desees que tu forma de obrar pueda convertirse en norma universal” dijo Inmanuel Kant.

“Trata a los demás como querrías que te trataran a ti (en su forma positiva) o no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti” (en su forma negativa) – La ley de oro.

Ayudemos a cambiar el mundo, pero antes debemos empezar por nosotros. Les ha hablado el colmillo deseándoles un buen día.





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