sábado, 4 de abril de 2015

NO PODEMOS AYUDAR A TODOS


Hola amantes de la verdad, aprovechando la fecha aún de semana santa, la cita de hoy es para hablar de algo que sucede todos los días y estoy seguro que les ha pasado y/o han visto. Sin más rodeos se trata de las personas que piden ayuda económica por diferentes razones, hablo por supuesto de “indigentes” en algunos casos. No todos los que piden ayuda son indigentes, algunas son personas que simplemente por diferentes circunstancias no tienen la posibilidad de obtener dinero por medio del trabajo.

Para hablar del tema que quiero tocar en sí me voy a referir a un caso particular que me sucedió. Hace unas semanas cogí de la cartera de mi abuela unos 20 soles sin permiso (Si, los hurté) porque me veía en la necesidad de tener dinero por si algo se me presentaba en la universidad, además de los gastos en transporte, copias, etc. En fin, tenía esos 20 soles guardados en mi billetera por unos días hasta que se me acabaran las pocas monedas que me quedaban.

Una noche como todas salí de la universidad, tomé la misma ruta junto con mi amigo y mi enamorada, dejando a mi enamorada en su casa y caminando con mi amigo hasta el paradero unas cuadras más abajo. Terminamos de conversar en el paradero y decidí coger un bus que estaba vació en el sentido que no había gente parada, pero si todos los asientos estaban ocupados. Subí y me acomodé al fondo, en el asiento que estaba en frente mío había una señora que tenía la apariencia de que ya se iba a bajar, por lo tanto me planté ahí a esperar que eso pasara.

No obstante, del otro lado del bus se estaban bajando una señora con su hija un paradero antes que la señora que yo esperaba desocupara su asiento. Sin más vueltas fui y me senté en ese asiento de dos personas pegándome a la ventana. Todo iba bien y parecía ser otro viaje común y corriente hasta que llegamos a un paradero donde suele subir mucha gente. Por la ventana vi a una pareja con su bebe de un año que quería cruzar la calle y subir al bus donde yo estaba. Algo que no quería pues me percaté que ambos tenían en sus manos bolsas transparentes llenas de golosinas y supuse que querrían subir al bus a contar alguna historia de sus vidas y ofrecer dichos dulces para obtener unas monedas, malogrando así mi viaje tranquilo.

Pero no fue así, lograron subir al bus pero no para ofrecer sus golosinas, sino para viajar como unos pasajeros más. La señora que tenía al bebé por supuesto se sentó en el asiento reservado, justo delante de mi asiento, luego el señor logró sentarse a mi lado. El momento en que todo mi ser se estremeció y se quebró fue cuando el padre y esposo le brindaba un cariño incondicional a su hijo y esposa el cual a pesar de no tener trabajo y vivir de esa manera no les quitaba ese espíritu de amor. La señora se desmayaba del sueño, pero el esposo la contenía. Pensaba: “¿Cuánto tiempo y desde qué hora están en la calle tratando de vender todas sus golosinas para conseguir lo necesario y tener para sobrevivir?” “Sus bolsas siguen llenas, no han conseguido dicho objetivo”. Esas cosas y más me empezaban a destruir por dentro.

Cuando vi al niño inocente que no tenía idea que estaba de regreso a su casa con su familia después de una larga jornada con sus padres tratando de vender algo para poder conseguir el alimento del hogar, me terminó de quebrar. Estaba al borde de las lágrimas, pero me contenía por vergüenza. A mi mente se me vinieron muchos pensamientos sobre la injusticia, la desigualdad, etc. Cuando recordé que en mi billetera tenía esos 20 soles robados de mi abuela. Un impulso hizo que los sacara y los tuviera en mi mano, cuando estuve a punto de bajar del bus en mi paradero, le toqué la mano al señor y se la abrí entregándole esos 20 soles que estoy seguro él y su familia necesitaban más que yo. No le dije nada, solo le guiñé el ojo y él con son unos ojos de admiración y sorpresa solo atinó a decir gracias.

Eso fue todo, bajé del carro y las cinco cuadras de camino del paradero a mi casa me la pasé llorando, a pesar de haber ayudado sentí esa pena por la familia necesitada que al menos no perderá la fe de que aún existe en este mundo gente bondadosa como yo. Porque sé que en este mundo se están perdiendo los valores humanos, el espíritu de humanidad que incluso creí que no tenía, pero con esa acción me di cuenta que si la tengo y me sentí increíblemente mejor cuando todo pasó. Además, también sé que no muchos regalarían así su dinero por más que no sea suyo.

Ahora para cerrar esta publicación, al punto que yo quería llegar es que en el transcurso de mis viajes de mi casa a la universidad acá en Perú es muy común ver gente que sube a los buses a pedir una colaboración económica de diversas formas. Tienes desde el niño pobre con su bolsita de caramelos, el delincuente “reformado” que acaba de salir de prisión y no encuentra trabajo, el rehabilitado por alguna adicción, el que quiere mejorar tu vida con productos especiales, los desafortunados que sufrieron accidentes o sus familiares, los que cantan y/o tocan instrumentos, etc.

Todos tenemos necesidades, algunos más que otros o de mayor peso. Veo como hay gente que les ayuda y colabora a esas personas y no está mal, yo lo he hecho a veces, pero mi criterio es simple: “Tus necesidades deben ser más primordiales que las de otros”. Yo prefiero ayudar al niño pobre, descalzo que necesita para comer y poder crecer y si puede desarrollarse que al anciano ciego que está a punto de morirse”. Es la verdad, no podemos ayudar a todos. Quisiéramos, pero algunas necesidades pesan más que las de otros. No está mal ayudar, eso nos hace más humanos, pero pensemos bien a quién estamos ayudando y siempre sin esperar nada a cambio. Les ha hablado el colmillo y les deseo un buen fin de semana. 

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