"La mayor declaración de amor es la que no se hace;
el hombre que siente mucho, habla poco."
Platón
Hola amigos de la verdad. Hoy es una fecha especial lo sé,
feliz día de la amistad y el amor. En esta ocasión aprovechando la oportunidad
para hablarles de un tema que les abrirá los ojos a más de uno. Este post va
dedicado a aquellos que no encuentran aún a su media mitad, a su amor perdido y
para aquello/as que ya lo/la tienen reafirmar la idea de su “amor”. Para eso me
basaré en un autor que cita a un antiguo filósofo de la antigua Grecia.
Es cierto
que ya hablé del amor en este post: http://elcolmilloveraz.blogspot.pe/2014/01/el-amor.html,
pero me parece oportuno hablar de este tema mirando otro punto de vista y con
mucho mayor fundamento, además, va dedicado a mi enamorada. Espero lo
disfruten.
El amor es ante todo carencia. Y conciencia de esa carencia. Philo-sophia es amor al saber: Amamos lo
que no tenemos. La carencia, la ausencia, la necesidad de aquello que no
poseemos y que reclamamos para completarnos: eso es amor, deseo. Deseamos el
saber porque no tenemos saber. Eso es lo que enseñaba Sócrates cuando decía que
lo único que sabía era que no sabía. No se consideraba un bruto, un ignorante,
sino al contrario, percibía que lo que poseía no le satisfacía, que le faltaba saber,
que tenía sed de saber y conciencia de esa ausencia. Sentía amor y deseo. En
las ideas como en la vida. Ser hombre es estar des-provisto. El amor, como el
saber, busca al otro que nos complete.
Y para explicarnos qué es el amor, construyó Platón otro mito
en su diálogo El banquete.
El hombre original, narra Platón, era andrógino. Un mismo
cuerpo con los dos sexos. Andros significa
“varón”; ginos, “mujer”. Era la
totalidad. Pero estos seres llenos de soberbia, que para los griegos resultaba
la peor de las faltas y el origen de todos los males, quisieron destituir a los
dioses. Entonces fueron castigados. Dijo Zeus:
“Los separaré en dos; de este modo se verán debilitados y, por otra
parte, me procuraré el beneficio de aumentar el número de sirvientes”.
Y así hizo,
los cortó por mitades, como quien parte al medio una manzana o una naranja.
“Una vez hecha esta división, cada mitad trató de hallar aquella de la
que había sido separada, y cuando se encontraban se abrazaban y unían con tal
ardor en su deseo de volver a la primitiva unidad, que perecían de hambre e
inanición en aquel abrazo. El sobreviviente salía en busca de otra mitad, y
luego se repetía el suceso, y de este modo se iba perdiendo la humanidad…”
Entonces Zeus buscó un remedio para que la humanidad no
desapareciera. Y pensó:
“Estos hombres que pasan toda la vida juntos no sabrían decir qué es lo
que quieren el uno del otro, porque si encuentran tanta dulzura en vivir así,
no parece que los placeres de los sentidos sean causa de ello. Su alma desea evidentemente
alguna otra cosa que no puede expresar, pero que adivina y da a entender”.
En consecuencia, lo que se busca no es el placer de los
sentidos. Una vez obtenido ese placer, acaba por producir angustia. Por ese
placer no podríamos estar o querer estar toda la vida juntos, nos hastiaríamos,
porque todo lo que depende de los sentidos se agota, se pierde y busca otras
fuentes mayores de satisfacción.
Lo que buscamos es la totalidad, recuperar la unidad original
y el alma única que teníamos en un principio. Solo eso calma la angustia de ser
una parte de otra parte y estar sin ella, que significa ser y no ser a la vez.
El amor es terapia de unidad.
Cuando es más ideal que carnal, se lo llama “amor platónico”.
Yo diría que todo amor, todo verdadero amor, es platónico, o no es. Los
placeres de los sentidos –como todos sabemos- son momentáneos, pasajeros. Nadie
ama a alguien por el placer que le produce el hecho de tocarlo o besarlo o “hacer
el amor”. Porque en ese caso amaría su piel, o su boca, o ciertas partes de su
cuerpo. Y no es así. Juan dice que ama a Laura y no al cuerpo de Laura, por más
goce que experimente cuando se une físicamente a ella. Juan ama a Laura, a la
persona, a la totalidad del ser. Y la totalidad del ser está por encima de esos
sectores, fragmentos, necesidades, utilidades que uno provee a otro.
Amar es amar el alma, y el alma es el otro en su totalidad.
En consecuencia, como les decía, todo amor es platónico. O no es más que un
mero intercambio de favores.
¿Y usted qué opina del amor?
Les ha
escrito el colmillo veraz deseándoles un Feliz San Valentín.
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