domingo, 14 de febrero de 2016

LA OTRA MITAD


"La mayor declaración de amor es la que no se hace;
el hombre que siente mucho, habla poco."
Platón



Hola amigos de la verdad. Hoy es una fecha especial lo sé, feliz día de la amistad y el amor. En esta ocasión aprovechando la oportunidad para hablarles de un tema que les abrirá los ojos a más de uno. Este post va dedicado a aquellos que no encuentran aún a su media mitad, a su amor perdido y para aquello/as que ya lo/la tienen reafirmar la idea de su “amor”. Para eso me basaré en un autor que cita a un antiguo filósofo de la antigua Grecia.

Es cierto que ya hablé del amor en este post: http://elcolmilloveraz.blogspot.pe/2014/01/el-amor.html, pero me parece oportuno hablar de este tema mirando otro punto de vista y con mucho mayor fundamento, además, va dedicado a mi enamorada. Espero lo disfruten.

El amor es ante todo carencia. Y conciencia de esa carencia. Philo-sophia es amor al saber: Amamos lo que no tenemos. La carencia, la ausencia, la necesidad de aquello que no poseemos y que reclamamos para completarnos: eso es amor, deseo. Deseamos el saber porque no tenemos saber. Eso es lo que enseñaba Sócrates cuando decía que lo único que sabía era que no sabía. No se consideraba un bruto, un ignorante, sino al contrario, percibía que lo que poseía no le satisfacía, que le faltaba saber, que tenía sed de saber y conciencia de esa ausencia. Sentía amor y deseo. En las ideas como en la vida. Ser hombre es estar des-provisto. El amor, como el saber, busca al otro que nos complete.
Y para explicarnos qué es el amor, construyó Platón otro mito en su diálogo El banquete.

El hombre original, narra Platón, era andrógino. Un mismo cuerpo con los dos sexos. Andros significa “varón”; ginos, “mujer”. Era la totalidad. Pero estos seres llenos de soberbia, que para los griegos resultaba la peor de las faltas y el origen de todos los males, quisieron destituir a los dioses. Entonces fueron castigados. Dijo Zeus:

“Los separaré en dos; de este modo se verán debilitados y, por otra parte, me procuraré el beneficio de aumentar el número de sirvientes”.

Y así hizo, los cortó por mitades, como quien parte al medio una manzana o una naranja.

“Una vez hecha esta división, cada mitad trató de hallar aquella de la que había sido separada, y cuando se encontraban se abrazaban y unían con tal ardor en su deseo de volver a la primitiva unidad, que perecían de hambre e inanición en aquel abrazo. El sobreviviente salía en busca de otra mitad, y luego se repetía el suceso, y de este modo se iba perdiendo la humanidad…”

Entonces Zeus buscó un remedio para que la humanidad no desapareciera. Y pensó:

“Estos hombres que pasan toda la vida juntos no sabrían decir qué es lo que quieren el uno del otro, porque si encuentran tanta dulzura en vivir así, no parece que los placeres de los sentidos sean causa de ello. Su alma desea evidentemente alguna otra cosa que no puede expresar, pero que adivina y da a entender”.

En consecuencia, lo que se busca no es el placer de los sentidos. Una vez obtenido ese placer, acaba por producir angustia. Por ese placer no podríamos estar o querer estar toda la vida juntos, nos hastiaríamos, porque todo lo que depende de los sentidos se agota, se pierde y busca otras fuentes mayores de satisfacción.

Lo que buscamos es la totalidad, recuperar la unidad original y el alma única que teníamos en un principio. Solo eso calma la angustia de ser una parte de otra parte y estar sin ella, que significa ser y no ser a la vez. El amor es terapia de unidad.

Cuando es más ideal que carnal, se lo llama “amor platónico”. Yo diría que todo amor, todo verdadero amor, es platónico, o no es. Los placeres de los sentidos –como todos sabemos- son momentáneos, pasajeros. Nadie ama a alguien por el placer que le produce el hecho de tocarlo o besarlo o “hacer el amor”. Porque en ese caso amaría su piel, o su boca, o ciertas partes de su cuerpo. Y no es así. Juan dice que ama a Laura y no al cuerpo de Laura, por más goce que experimente cuando se une físicamente a ella. Juan ama a Laura, a la persona, a la totalidad del ser. Y la totalidad del ser está por encima de esos sectores, fragmentos, necesidades, utilidades que uno provee a otro.
Amar es amar el alma, y el alma es el otro en su totalidad. En consecuencia, como les decía, todo amor es platónico. O no es más que un mero intercambio de favores.

¿Y usted qué opina del amor?

Les ha escrito el colmillo veraz deseándoles un Feliz San Valentín.

Fragmento recogido del Libro: La Filosofía – Una Invitación a Pensar de Jaime Barylko. Pg. 54-56 Cap. En Busca de la Mitad Perdida.

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