domingo, 20 de diciembre de 2015

jueves, 24 de septiembre de 2015

PERFECCIÓN VS MEDIOCRIDAD


“La realización personal no está en ser 'el mejor', 
sino en disfrutar plenamente de lo que haces” - Walter Riso.

domingo, 16 de agosto de 2015

¿POR QUÉ SER BUENO?


"Obra siempre de modo que tu conducta 
pudiera servir de principio a una legislación universal"
Immanuel Kant.

lunes, 3 de agosto de 2015

EL DESCUBRIMIENTO



"La vida es una sucesión de lecciones 
que deben ser vividas para ser entendidas" 
Hellen Keller.

domingo, 19 de julio de 2015

LA MISTERIOSA AMBIGÜEDAD HUMANA


Hola amigos amantes de la verdad, hoy día quiero hablarles de algo misterioso que tenemos nosotros los seres humanos y que se nos hace muy difícil ver. Ahora cuando se los plantee me darán la razón.

A menudo, me pregunto si debemos confundir obras con hombres. En general, revisando la historia de la cultura humana en el colegio, en la universidad, etc. He llegado a pensar de que el hombre es la totalidad de sus obras (o acciones), pero, desde otro punto de vista, también es cierto que las obras de arte o aún la obra científica merecen ser consideradas independientes de la vida del autor.

Por ejemplo: Jean-Jacques Rousseau. Rousseau es todo Rousseau, un pésimo padre, un gran autor, un mezquino amante, un gran escritor. Cuando juzgo a Rousseau lo juzgo entero. Cuando leo su Emilio o sobre la educación, en cambio, juzgo la obra y me desentiendo del autor. Ese sería el caso, por dar solo un ejemplo, de la música de Richard Strauss (destacado compositor y director de orquesta alemán). Él era nazi; su música es su música. No comparto sus ideas. Me gusta su música.

Hay casos levemente más complicados. Martin Heidegger, el mayor filósofo del siglo (según dicen los que saben), participó del gobierno nazi en forma indirecta, pero en sus escritos también se pueden hallar elementos que demuestran el pesimismo por la condición humana. Para mí si es un gran filósofo y me parecen fascinantes sus obras y aportes al conocimiento filosófico, pero tampoco comparto el hecho que haya apoyado al gobierno nazi.

Traslademos este punto ahora a algo más cercano. Diego Armando Maradona fue un gran futbolista de los años 80. Nadie niega que como jugador de fútbol fue el mejor y brindaba espectáculos a la hora de verlo. Sin embargo, como persona o vida personal ya sabemos que consumió coca, tuvo un hijo “no reconocido” extra matrimonial, etc. No soy de su época, pero he visto videos de él y si para mí es el mejor y adoro su fútbol, pero tampoco me parece su comportamiento como persona.

¿Estamos en un gran dilema no? En la vida misma, sin obras de por medio. Cuando estoy en un cargo, digamos en la política. Si cumplo bien mi función como ministro, congresista, presidente, o lo que sea, pero en la vida personal soy infiel a mi esposa, la maltrato, soy cruel con los animales u otra cosa ¿De qué forma me deberían juzgar? Como persona ¿no? No como político en tal caso.

Pero no tiene sentido. De igual forma si fuera profesional o cumpliera un rol que me separe de mi ámbito personal… ¿Me estaría contradiciendo? Ese es el misterio justamente de la ambigüedad humana.

Mi opinión es que esa ambigüedad nos impide justamente separar a la persona de una institución por ejemplo. Pensamos que si el director de un banco engañó a su esposa con la secretaria y se escandalizó a tal punto que salió en los medios, el banco está manejado por un desgraciado y el banco es de lo peor. Mezclamos a las personas siempre en su rol y en su vida. Pudo haber sido el mejor director del banco, pero la imagen del banco no se puede manchar, despedido.

Como dijo, hablando hace un momento de Maradona, “la pelota no se mancha”. Hay que saber separar una cosa de la otra ¿Cómo aplicarlo? Que exista una coherencia entre las palabras y las acciones, así sabremos si una persona hace lo que dice y dice lo que hace.


Les ha hablado el colmillo y les deseo un buen inicio de semana.

domingo, 12 de julio de 2015

SALVAJE HIPOCRESÍA



Hola amigos amantes de la verdad, disculpen por tenerlos abandonados, pero no se preocupen he vuelto con más temas y ahora más seguido con el tiempo que tengo ahora que ya acabé la Universidad.

La cita de hoy para reflexionar y que desde hace tiempo quería hacerlo es sobre algo que vivimos día a día en nuestras vidas, en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestros compañeros; en el colegio, en la universidad, el instituto, el trabajo, etc. Me di cuenta que el día a día que estamos viviendo con otros es una salvaje hipocresía. Porque lamentablemente no podemos decir lo que pensamos realmente, menos en un mundo sensible donde la verdad ha dejado de ser un fin para todos.

En mis 5 años de estudios de una carrera profesional me he tenido que topar con todo tipo de gente metida en un mismo salón. Amigos, compañeros y otros. Algo curioso es la paciencia que he tenido para soportar a diferentes personalidades con las que he tenido que convivir, pero algo que he mantenido hasta ahora es la convicción de no ser un maldito hipócrita. Si algo les aconsejo hacer es que si tienen la libertad de elegir decir lo que quieren, actuar como quieren sin hacer daño a nadie, háganlo.

Me explico, si alguien no me cae por razones argumentadas ¿Por qué saludarlo? Si se y veo que alguien tiene la fama de ser un chupamedias y en realidad lo es y yo no comulgo con ese tipo de personas ¿Por qué fingir que me cae bien? Es decir ¿Por qué tragarnos la molestia, el fastidio de no soportar a ese tipo de personas? Si puedo evitarlos e ignorarlos y dar a entender que no pasa nada conmigo. Es un ejemplo claro.

Lamentablemente si en el mundo (y exagero) fuéramos del todo “sinceros” y “directos”, lo más probable es que nos quedemos solos todos. Aunque no tiene que ser así si existe gente que piensa igual a nosotros. Otro caso es el de aquellas personas que contigo hablan bien y cuando no están contigo dicen pestes de ti, esos ya los conocemos, no hace falta hablar de ellos.

En un mundo salvajemente hipócrita donde todos tienen una máscara con una sonrisa, hay que cuidarse y bien, porque detrás tienen el cuchillo listo y afilado para acuchillarte cuando menos lo esperes. En fin, el caso para que reflexionen es que no seamos hipócritas. No finjamos sentimientos, emociones positivas porque en realidad sienten todo lo contrario. Expresen lo que realmente piensan. Sean libres de decirle a alguien lo que piensan, no se lo guarden.

No es bueno para la salud guardarse cosas malas y fingir que expresas cosas buenas. La vida es corta. Desfoga lo “malo” que sientas y que tu corazón quede puro para los sentimientos buenos. Como dije, nos cruzaremos con todo tipo de gente. Lo importante es la tolerancia que tengamos sobre los demás qué es muy diferente a ser hipócrita. Uno es el respeto a las opiniones e ideas de los demás (Eso no es malo, al contrario). Lo segundo es fingir sentimientos positivos hacia una persona, cuando en realidad son todos negativos (Eso si es malo).

Acabemos de apoco con este mundo salvajemente hipócrita con un comportamiento diferente, sobrio, mesurado, pero correcto, franco, directo. Les ha hablado el Colmillo y les deseo una bonita semana.

sábado, 4 de abril de 2015

NO PODEMOS AYUDAR A TODOS


Hola amantes de la verdad, aprovechando la fecha aún de semana santa, la cita de hoy es para hablar de algo que sucede todos los días y estoy seguro que les ha pasado y/o han visto. Sin más rodeos se trata de las personas que piden ayuda económica por diferentes razones, hablo por supuesto de “indigentes” en algunos casos. No todos los que piden ayuda son indigentes, algunas son personas que simplemente por diferentes circunstancias no tienen la posibilidad de obtener dinero por medio del trabajo.

Para hablar del tema que quiero tocar en sí me voy a referir a un caso particular que me sucedió. Hace unas semanas cogí de la cartera de mi abuela unos 20 soles sin permiso (Si, los hurté) porque me veía en la necesidad de tener dinero por si algo se me presentaba en la universidad, además de los gastos en transporte, copias, etc. En fin, tenía esos 20 soles guardados en mi billetera por unos días hasta que se me acabaran las pocas monedas que me quedaban.

Una noche como todas salí de la universidad, tomé la misma ruta junto con mi amigo y mi enamorada, dejando a mi enamorada en su casa y caminando con mi amigo hasta el paradero unas cuadras más abajo. Terminamos de conversar en el paradero y decidí coger un bus que estaba vació en el sentido que no había gente parada, pero si todos los asientos estaban ocupados. Subí y me acomodé al fondo, en el asiento que estaba en frente mío había una señora que tenía la apariencia de que ya se iba a bajar, por lo tanto me planté ahí a esperar que eso pasara.

No obstante, del otro lado del bus se estaban bajando una señora con su hija un paradero antes que la señora que yo esperaba desocupara su asiento. Sin más vueltas fui y me senté en ese asiento de dos personas pegándome a la ventana. Todo iba bien y parecía ser otro viaje común y corriente hasta que llegamos a un paradero donde suele subir mucha gente. Por la ventana vi a una pareja con su bebe de un año que quería cruzar la calle y subir al bus donde yo estaba. Algo que no quería pues me percaté que ambos tenían en sus manos bolsas transparentes llenas de golosinas y supuse que querrían subir al bus a contar alguna historia de sus vidas y ofrecer dichos dulces para obtener unas monedas, malogrando así mi viaje tranquilo.

Pero no fue así, lograron subir al bus pero no para ofrecer sus golosinas, sino para viajar como unos pasajeros más. La señora que tenía al bebé por supuesto se sentó en el asiento reservado, justo delante de mi asiento, luego el señor logró sentarse a mi lado. El momento en que todo mi ser se estremeció y se quebró fue cuando el padre y esposo le brindaba un cariño incondicional a su hijo y esposa el cual a pesar de no tener trabajo y vivir de esa manera no les quitaba ese espíritu de amor. La señora se desmayaba del sueño, pero el esposo la contenía. Pensaba: “¿Cuánto tiempo y desde qué hora están en la calle tratando de vender todas sus golosinas para conseguir lo necesario y tener para sobrevivir?” “Sus bolsas siguen llenas, no han conseguido dicho objetivo”. Esas cosas y más me empezaban a destruir por dentro.

Cuando vi al niño inocente que no tenía idea que estaba de regreso a su casa con su familia después de una larga jornada con sus padres tratando de vender algo para poder conseguir el alimento del hogar, me terminó de quebrar. Estaba al borde de las lágrimas, pero me contenía por vergüenza. A mi mente se me vinieron muchos pensamientos sobre la injusticia, la desigualdad, etc. Cuando recordé que en mi billetera tenía esos 20 soles robados de mi abuela. Un impulso hizo que los sacara y los tuviera en mi mano, cuando estuve a punto de bajar del bus en mi paradero, le toqué la mano al señor y se la abrí entregándole esos 20 soles que estoy seguro él y su familia necesitaban más que yo. No le dije nada, solo le guiñé el ojo y él con son unos ojos de admiración y sorpresa solo atinó a decir gracias.

Eso fue todo, bajé del carro y las cinco cuadras de camino del paradero a mi casa me la pasé llorando, a pesar de haber ayudado sentí esa pena por la familia necesitada que al menos no perderá la fe de que aún existe en este mundo gente bondadosa como yo. Porque sé que en este mundo se están perdiendo los valores humanos, el espíritu de humanidad que incluso creí que no tenía, pero con esa acción me di cuenta que si la tengo y me sentí increíblemente mejor cuando todo pasó. Además, también sé que no muchos regalarían así su dinero por más que no sea suyo.

Ahora para cerrar esta publicación, al punto que yo quería llegar es que en el transcurso de mis viajes de mi casa a la universidad acá en Perú es muy común ver gente que sube a los buses a pedir una colaboración económica de diversas formas. Tienes desde el niño pobre con su bolsita de caramelos, el delincuente “reformado” que acaba de salir de prisión y no encuentra trabajo, el rehabilitado por alguna adicción, el que quiere mejorar tu vida con productos especiales, los desafortunados que sufrieron accidentes o sus familiares, los que cantan y/o tocan instrumentos, etc.

Todos tenemos necesidades, algunos más que otros o de mayor peso. Veo como hay gente que les ayuda y colabora a esas personas y no está mal, yo lo he hecho a veces, pero mi criterio es simple: “Tus necesidades deben ser más primordiales que las de otros”. Yo prefiero ayudar al niño pobre, descalzo que necesita para comer y poder crecer y si puede desarrollarse que al anciano ciego que está a punto de morirse”. Es la verdad, no podemos ayudar a todos. Quisiéramos, pero algunas necesidades pesan más que las de otros. No está mal ayudar, eso nos hace más humanos, pero pensemos bien a quién estamos ayudando y siempre sin esperar nada a cambio. Les ha hablado el colmillo y les deseo un buen fin de semana.